lunes, 3 de octubre de 2011

Expedición de Narváez



Diego Velázquez, desconociendo aún los últimos sucesos en España, confiscó en la isla de Cuba los bienes de Cortés y de algunos de sus hombres. Organizó un ejército que constaba de diecinueve embarcaciones, mil cuatrocientos hombres, ochenta caballos, veinte piezas de artillería y mil auxiliares cubanos. Designó a Pánfilo de Narváez como capitán con órdenes secretas para arrestar o matar a Cortés. Cuando Rodrigo de Figueroa, juez de residencia de La Española, se enteró de los planes de Velázquez, consideró que la pugna no era beneficiosa para la corona y por tal motivo envió al oidor Lucas Vázquez de Ayllón junto con el alguacil de Santo Domingo Luis de Sotelo y el escribano Pedro de Ledesma para detener la expedición. Vázquez de Ayllón encontró a Narváez en Xaraguas y le ordenó abortar la expedición. Adicionalmente, el 18 de febrero de 1520 notificó directamente a Velázquez las órdenes de Figueroa pero el gobernador de Cuba prosiguió con sus planes, desatendiendo la petición oficial y desafiando la autoridad de Figueroa. En esa circunstancia, Vázquez de Ayllón decidió viajar simultáneamente a la Villa Rica de la Vera Cruz para tratar de negociar un acuerdo. Las embarcaciones zarparon de Cuba el 5 de marzo de 1520. Poco antes de salir de Cuba se había extendido una epidemia de viruela en la isla, el virus fue transportado en la excursión.
Participaron en la excursión de Narváez Juan Bono de Quejo, Leonel de Cervantes, el veedor del gobernador de Cuba Gerónimo Martínez de Salvatierra, un sobrino homónimo de Velázquez conocido como «el Mozo», el alcalde de Trinidad Francisco Verdugo, Gaspar de Garnica, Baltasar Bermúdez y otros experimentados conquistadores. También viajó Andrés de Duero, secretario de Velázquez pero amigo de Cortés, ya que Amador de Lares había muerto a principios de 1520. Los barcos hicieron escala en Cozumel, en donde rescataron a los sobrevivientes del naufragio de Alonso de Parada y fundaron una pequeña guarnición. Se dirigieron hacia Tabasco llegando a Potonchan donde se encontraba la Villa de Santa María de la Victoria para reabastecerse de agua y en la etapa final del viaje fueron sorprendidos por una tormenta, perdiendo un barco y cincuenta hombres, entre ellos Cristóbal de Morante, quien había sido socio y capitán en la primera excursión a la península de Yucatán. Llegaron a San Juan de Ulúa el 19 de abril pero los barcos de Vázquez de Ayllón habían llegado un par de días antes, por lo que el oidor pudo contactar a los hombres de la Villa Rica de la Vera Cruz, enterándose antes de los logros de Cortés.
Al desembarcar, Pánfilo de Narváez decidió fundar la ciudad de San Salvador. Hicieron contacto con los totonacas, a quienes informaron que pretendían arrestar a Cortés y liberar a Moctezuma. El tecutli gordo de Cempoala quedó impresionado ante las noticias, pero prefirió dar la bienvenida a los recién llegados, suministrándoles víveres durante tres semanas. Los totonacas enviaron los acostumbrados regalos pero Pánfilo los guardó para sí, provocando la antipatía de sus seguidores.Debido a que la zona se encontraba en paz, Ayllón habló bien de Cortés y los hombres al desconocer los planes de la expedición comenzaron a inquietarse. Narváez culpó al oidor de la situación y decidió arrestarlo. Vázquez de Ayllón, Pedro de Ledesma y algunos simpatizantes de Cortés fueron hechos prisioneros y enviados en un barco con dirección a Cuba. El oidor no pudo hacer nada frente a los hombres de Narváez, pero cuando zarparon, amenazó al capitán del barco, en el sentido de que si éste obedecía las órdenes de ir a Cuba lo condenaría a la horca; por tal motivo, la embarcación se dirigió hacia La Española. Ahí, Vázquez de Ayllón denunció los hechos y envió cartas a España detallando la afrenta y el proceder violento de Narváez. Finalmente, lo sucedido fue contraproducente a los intereses de Diego Velázquez.
Una comitiva de Moctezuma, quien estaba sometido, se puso en contacto con Narváez, y pronto fueron enviados mensajes al huey tlatoani. Éste albergó nuevas esperanzas de ser liberado y mantuvo en secreto esta comunicación, pero no pudo ocultar las noticias de la llegada de las embarcaciones. Cortés designó a fray Bartolomé de Olmedo y cinco emisarios para indagar las noticias de lo que ocurría. En la costa, Narváez comisionó a fray Antonio Ruiz de Guevara y al escribano Alfonso de Vergara para que notificasen a Gonzalo de Sandoval las nuevas provisiones de Diego Velázquez: se consideraba a Cortés un traidor y Narváez debía recibir el apoyo de todos los españoles. Sandoval, lejos de atender la petición, decidió apresar a los comisionados y enviarlos de inmediato a Tenochtitlan. Narváez también envió cartas a Juan Velázquez de León pensando, equivocadamente, que el pariente del gobernador de Cuba sería un aliado.
Cortés recibió con halagos a Vergara y Guevara, les pidió disculpas por el trato de Sandoval. El caudillo organizó un banquete y les regaló oro, ante lo que los comisionados quedaron pasmados. 118 Muy pronto se hicieron amigos del anfitrión e informaron a éste todos los detalles de la expedición, olvidaron leer las provisiones de Velázquez e incluso sugirieron enviar regalos a los hombres de Narváez. Cortés los envió de regreso a la costa con una escolta y una carta de respuesta para Narváez. En contraste, los emisarios de Cortés habían sido arrestados a excepción del clérigo Olmedo, quien se dedicó a describir las riquezas de la tierra. Cuando Vergara y Guevara llegaron a San Salvador, comenzaron a repartir oro de forma secreta a los hombres de Narváez. La misiva de Cortés contenía palabras de bienvenida e invitación a los miembros de la expedición, pero de sorpresa por la nueva designación de Narváez.
Ante la expectativa, Cortés salió de Tenochtitlan marchando con parte de su ejército hacia la costa, dejando una guarnición de ochenta hombres al mando de Pedro de Alvarado, envió instrucciones a Velázquez de León y Rangel para que se reunieran con él en Cholula para ir de manera conjunta hacia Cempoala. Fueron diversas idas y venidas de mensajeros, Narváez hacía proposiciones no aceptadas por Cortés pues trataba de desposeerlo en favor de Velázquez, y Cortés hacía contraposiciones inaceptables por parte de Narváez, pues justificaba su obediencia de forma directa al rey sin reconocer la autoridad del gobernador de Cuba. Las entrevistas con mensajeros sirvieron de espionaje, Andrés de Duero ayudó nuevamente a su amigo para sobornar a diferentes oficiales de Narváez. Los hombres de Cortés avanzaron hacia Mictlancuauhtla y acamparon el 28 de mayo en la ribera del río Chachalacas. Pocas horas antes de realizar el ataque sus espías informaron los pormenores de las posiciones de los contrincantes. Narváez se encontraba en Cempoala, confiado en que no atacarían por las condiciones del tiempo.
A pesar de que el ejército de Cortés era menos numeroso que el de Narváez, el ataque sorpresa fue veloz y certero. Diego Pizarro con sesenta hombres tenía órdenes de apoderarse de la artillería; Gonzalo de Sandoval con ochenta hombres debía capturar o matar a Narváez; Juan Velázquez de León enfrentaría a las fuerzas de su primo Diego Velázquez «el Mozo», sobrino del gobernador; Diego de Ordás tendría que capturar a las fuerzas comandadas por Salvatierra; finalmente, Andrés de Tapia y Cortés reforzarían con ayuda a cualquiera de los otros capitanes.
Cuando Narváez se dio cuenta del ataque trató de reaccionar, pero era tarde. Los sobornos funcionaron, el jefe de artillería Bartolomé de Usagre había colocado cera en loa cañones, la pólvora se había mojado, los hombres de Bermúdez no se encontraban en sus puestos y los espías de Cortés habían cortado las cinchas de las sillas de los caballos. Tras una breve refriega en lo alto del teocalli, el piquero Pedro Gutiérrez de Valdomar dejó tuerto a Narváez. Pedro Sánchez Farfán llevó al prisionero herido ante los capitanes Gonzalo de Sándoval, Alonso de Ávila, y Diego de Ordás, quienes le quitaron las supuestas provisiones del rey, que resultaron ser tan sólo las instrucciones de Velázquez. Cuando Pánfilo fue llevado ante Cortés, le dijo «Señor capitán, tened en mucho esta victoria y el haberme preso», a lo que éste contestó: «Doy gracias a Dios y a mis esforzados caballeros, mas una de las menores cosas que he hecho en esta tierra es desbarataros y prenderos». Hubo pocas bajas, no más de veinte, entre ellas eltecutli gordo de Cempoala Chicomácatl, Diego Velázquez «el Mozo» y Alonso Carretero. La mayor parte de los hombres se rindieron convencidos de la riqueza de las tierras descubiertas y reconocieron a Cortés como nuevo jefe, incrementando así la fuerza militar del conquistador. Entre los auxiliares viajaba un esclavo de raza negra enfermo de viruela. Al terminar la campaña se desmanteló San SalvadorJuan Velázquez de León partió hacia Pánuco para poblar la zona con cien hombres y vigilar posibles incursiones de Francisco de Garay. Un mensajero proveniente de Tenochtitlan informó a Cortés sobre una rebelión en la ciudad, mediante la cual tenían emboscados a todos los hombres que habían quedado al resguardo de la misma; así mismo, se enteró la comunicación secreta que había sostenido Moctezuma con Narváez.

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